jueves, 19 de marzo de 2009

Sangalote

Había una vez un barrendero que se llamaba Sangalote, de esos que barren las calles con unas escobas muy largas; pero Sangalote tenía un defecto muy feo: creía siempre tener l razón y por lo tanto era muy terco.

Un día barriendo, barriendo, se encontro un tlaco y se puso a pensar en alta voz, diciendo:

- ¿Que compraré? Si compro pan, se me desmorona; si compro queso, me lo comen las ratas; si compro azúcar, se me acaba; compraré garbanzos. Y compro garbanzos.

Al día siguiente se fue a trabajar. Llego a una casa, tocó y cuando le abrieron, dijo:

- Buena señora. ¿Quiere que le barra su calle?

- ¡Como no señor, bárrala usted!

- Bueno, estabien -dijo Sangalote-, pero ¿y donde dejo mis garbanzos?

- Alli déjelos en el corral -le cotesto la señora- y Sangalote se fue a barrer y barre que barre, se le acabó el día.

Cual no sería su sorpresa cuando al ir por sus garbanzos, se halló la bolsa vacía, porque un gallo de los había comido.

Entonces Sangalote llamó a la señora y le dijo:

- !O mis garbanzos, o mi gallo; o mi gallo o mis garbanzos!

Y la señora por tanto no alegar le dio el gallo. Y allí va Sangalote muy contento con su gallo. Todos los días se despertaba con su alegre ki ki ri ki y hasta a su trabajo lo llevaba.

Un día llegó a casa de otra señora y le dijo:

- ¿Quiere que le barra su calle?

- Sí señor, bárrala usted -contesto la señora.

- Bueno, esta bien -dijo Sangalote-, pero ¿donde dejo a mi gallo?

- Déjelo en la caballeriza -le dijo la señora.

Sangalote se puso a barrer y barriendo se le acabó el día.

Entonces se presentó por su gallo, pero no encontró mas que las plumas, pues el gallo quiso comerse la cebada del caballo, el caballo se enojó y lo mató de una patada.

Sangalote llamó a la señora y le dijo:

- O mi gallo o mi caballo; o mi caballo o mi gallo.

Y la señora por tanto no alegar, le dio el caballo.

Sangalote se fue muy contento, pero como era pobre, tuvo que seguir barriendo, y así fue como un día con otro llegó a casa de otra señora y le pregunto si queria que le barriera su calle.

- Sí señor, bárrala usted -le dijo la señora.

- Bueno, esta bien -dijo Sangalote-, pero ¿y dónde dejo al caballo?

- Allí dejelo en el establo -le contestó la señora.

Y así lo hizo Sangalote y se fue a barrer. Y barre que barre se le acabó el día.

Cuando fue por su caballo se lo encontro con las tripas de fuera porque el caballo quiso comerse la pastura de toro; el toro se enojó y le encajó los cuernos. Sangalote, muy decidido, llamó a la señra y le dijo:

- O mi caballo o mi toro; o mi toro o mi caballo.

Y la señora, por tanto no alegar, le dio el toro.

Pero a pesar de ser dueño de un toro, Sangalote tuvo que seguir barriendo y un dia con otro llegó a casa de una señora que tenía una niña muy desobediente.

- Buena señora -le dijo Sangalote-. ¿Quiere que le barra su calle?

- Sí señor, bárrala usted -le contesto la señora.

- Bueno, está bien -dijo Sangalote-, pero ¿y dónde dejo al toro?

- Déjelo en el jardín -le dijo la señora-, pero amárrelo bien de un árbol, pues como el jardín no esta bardeado, si lo deja suelto se podría escapar.

Así lo hizo Sangalote y despues de fue a barrer.

El toro comenzó a mugir y la niña le dijo a su madre:

- Mamacita, el toro ha de tener sed, pues se esta quejando mucho.

- No le hagas caso -le dijo la madre-, ya sabra el barrendero que hacer con él cuando lo oiga mugir. Cuidado y se te vaya a ocurrir llevarlo a beber a la fuente; piensa que iene muchas fuerzas y que se podría escapar.

La niña sin contestarle se fue al jardín pensando: ¡Que se me ha de escapar! Son ideas de mamá.

Y así pensando llegó al árbol, desató al toro y lo llevó a la fuente.

Pero sucedió que en cuanto el toro se sintió libre, echó a correr, saltó las trancas y se perdió detras de la loma.

La niña, muy asustada, se metió a la casa y sin decirle nada a su mamá, se escondió debajo de su cama.

Barre que barre se le acabó a Sangalote el día y cuando fue a recoger su toro y no lo encontró, llamó a la señora y le dijo:

- O mi toro o mi niña; o mi niña o mi toro.

Y como la señora no tenía con qué pagarle el toro, sacó a la niña desobediente de debajo de la cama y con todo el dolor de su corazón, se la entregó a Sangalote, que muy contento, la echó al costal de la basura y cargó con ella.

- Ahora sí -se decía-, ya tengo quién me haga la comida, quién me remiende los calcetines, quién me ayude a barrer; Y diciendo, se encontró a un indito que vendía guitarras.

- ¿Que haría yo para comprarme una jarana? ¡Lástima que no traigo dinero!

Y diciendo y pensando cómo haría, le dijo al indio que lo esperara mientras entraba a una panadería a ver si le daban trabajo y así podía comprarle la jarana.

Los panaderos aceptaron que les barriera Sangalote la calle; entonces éste les preguntó dónde podía dejar su costal mientras barría. Los panaderos le contestaron que en l bodega.

La niña comenzó a gritar; los panaderos al abrir el costal se encontraron a la niña quien les contó lo que había pasado, prometió no volver a ser desobediente y corrió para su casa.

Los panaderos llenaron el costal de animales ponzoñosos.

Cuando Sangalote acabó de barrer recogió su costal y se lo echó al hombro. De repende sintió que le mordian la espalda, y gritó:

¡Arre niña, no muerdas!

Cansado, se sentó debajo de un árbol, puso junto a su costal, cogió su guitarra y se puso a tocar, y al tiempo que tocaba cantó:


De mi tlaco, mis garbanzos,

de mis garbanzos, mi gallo,

de mi gallo, mi caballo,

de mi caballo, mi toro,

y de mi toro, mi muchachita,

mi pan y queso y mi jaranita.

¡Sal niña hermosa!


Y abrió el costal y salieron todos los animales y se lo comieron.


Y el cuento de Sangalote, como se los cuento yo,

Por una oreja me entró y por otra me salió.


MORELIA, MICHOACÁN.

Macaquita (María).

lunes, 1 de octubre de 2007

La maceta de albahaca

La Maceta de Albahaca

Érase una vez un zapatero muy pobre que vivía frente a palacio y que tenía tres hijas.

Las niñas tenían una maceta de albahaca en la ventana y salían a regarla un día cada una; todas tres eran muy hermosas y un día que el Rey salio al balcón vio a la mayor regando la maceta y le dijo:

Niña, niña tú que riegas la maceta de albahaca ¿Cuántas hojitas tiene la mata?

La niña, mortificada de que el Rey le hablara y no sabiendo que contestarle, cerro la ventana.

Al día siguiente le toco regar la maceta a la segunda niña. El rey salio al balcón como el día anterior y le dijo:

Niña, niña tú que riegas la maceta de albahaca ¿Cuántas hojitas tiene la mata?

La niña azorada de que el Rey le hablara, mejor se hizo la sorda y se metió.

Al tercer día salio la niña menor regar la maceta y el Rey, que ya estaba en el balcón, luego que la vio le dijo:

Niña, niña tú que riegas la maceta de albahaca ¿Cuántas hojitas tiene la mata?

Y la niña que se pasaba de lista, le contesto:

Saca real majestad, mi rey y señor

Usted que esta en su balcón

¿Cuántos rayos tiene el sol?

El rey se quedo sorprendido de la contestación de la niña y avergonzado de no poderle contestar se metió corriendo y después de pensar y pensar se le ocurrió que como la niña era muy pobre le convenía mandar a un negro que le paseara la calle gritando que cambiaba uvas por besos.

La niña, que nada se imaginaba, tan luego como oyó al negro salio a su encuentro y le dio el beso que pedía a cambio de las uvas. A la mañana siguiente que salio a la ventana a regar la maceta, el rey ya estaba en el balcón y luego que la vio le dijo:

Niña, niña tú que riegas la maceta de albahaca

Tu que le diste el beso a mi negro

¿Cuántas hojitas tiene la mata?

A la pobre niña le dio tanto coraje que cerro la ventana y se metió decidida a no volver a regar la maceta.

El rey, que ya estaba acostumbrado a ver a la niña, se enfermo de amor de no verla y su medico de cabecera viendo que no podía curarlo, mando llamar a todos los médicos del reino a ver cual de todos lo aliviaba.

Para esto la niña que solo estaba esperando la ocasión de desquitarse, se disfrazo de medico y fue a palacio llevando del bozalillo un burro macho y llegado que hubo a la presencia del rey de dijo:

“Saca real majestad, si gusta usted curarse es menester que le bese el rabo a mi burro y que salga mañana al balcón a recibir los primeros rayos del sol”.

El rey con tal de curarse, hizo lo que le recetaba aquel medico axial que después de besar el rabo del macho se acostó a dormir.

A la mañana siguiente, muy tempranito, salio al balcón y la niña que lo estaba esperando regando la maceta tan luego como lo vio le dijo:

Saca real majestad mi rey y Señores

usted que esta en su balcón

usted que beso el rabo del macho

¿Cuántos rayos tiene el sol?

El rey dándose cuenta de lo bien que lo había engañado la niña se metió muy enojado y mando llamar al zapatero.

Luego que llego el buen hombre a la presencia del rey, este le dijo:

2Vecino zapatero quiero que a las tres horas del tercer día me traigas a tus tres hijas. A mas ordeno que la menor venga: bañada y no bañada; peinada y no peinada, a caballo y no a caballo; y sábete que si no lo cumples penas de la vida”.

El pobre zapatero se fue muy triste a su casa y les dijo a sus hijas lo que el rey había dispuesto; a las dos mayores todo se les fue en llorar, en cambio la mas chica le dijo: “no te apures papacito ya veras como yo lo arreglo todo”.

Y así fue: las tres horas del tercer día se presento el zapatero en palacio con sus hijas, adelante iban las dos mayores y más atrás la chiquita montada en un borrego con un pie en el aire y uno en el suelo; tiznada de medio lado y el otro bien refregado; media cabeza enmarañada y la otra hasta trenzada.

Viendo el rey que había acatado sus órdenes, se vio por bien servido y le dijo a la niña:

“en premio a tu astucia puedes llevarte de palacio lo que mas te guste”.

Y después de decir esto se fue el rey a dormir la siesta.

La niña que no esperaba otra cosa ¿a que no se imaginan lo que hizo? Pues mando llamar a cuatro pajes y con mucho cuidado se llevo al rey a su casa.

¡Cual no seria la sorpresa del rey al despertarse y hallarse en un casa pobre y desconocida!

Lo primero que hizo fue llamar a sus lacayos, a sus pajes, a la guardia, pero en vez de ellos llego la niña y le dijo:

“Saca real majestad mi rey y señor, usted fue lo que mas me gusto de palacio, por eso me lo traje a mi casa”.

El rey, viendo que con esa niña llevaba siempre las de perder, se caso con ella.

Y salta por un callejón

Y cuéntame otro mejor.

San Jose Iturbide, Guanajuato.

Altamarilla (Altagracia).